Por más de mil años Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica.
Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba
vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.
Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia
le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano
se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de
éste, y lograron que también se hiciera cristiano.
Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de
Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar
todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que
declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo.
Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás
cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.
En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de
Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno
caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa
(quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio
mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo
para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.
En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó
una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado
y parece que habla.
En Roma había ya en el año 545 un templo dedicado a esta gran Santa.