Cierta vez un hombre decidió escalar una montaña, cuya altura ahuyentaba a muchos. Muy pocos habían logrado llegar a la cima,
y este hombre quería ser uno de esos pocos para demostrar sus habilidades y sobretodo, su valor.
Se preparó durante semanas hasta que llegó el momento de subir. Verdaderamente se impresionó él mismo, pues en menos tiempo
del que esperaba se encontró a tan sólo uno metros de la cima. Pero el gustó no le duró mucho. Dio un mal paso y comenzó a
caer, rodando por un costado de la montaña, golpeándose con todo y sin detenerse. Por un momento pensó que moriría, pero para
su buena suerte, la cuerda que tenía atada a la cintura se enganchó en una roca, deteniéndolo.
Estaba a punto de caer, no había nada sobre qué apoyar sus pies. Quedó inconsciente por un momento. Cuando despertó ni
siquiera tuvo el valor de mirar hacia abajo. Tenía miedo, mucho frío.
Entonces clamó a Dios, pero no obtuvo respuesta. Volvió a hablar.
- ¡Dios mío! ¿Dónde estás? Por favor, sálvame, no quiero morir.
- Si realmente quieres salvarte - le contestó al fin -, suéltate de esa cuerda.
- Pero Señor, si lo hago, moriré.Y se aferró a la cuerda.
- Si quieres salvarte, ten fe en mí. ¡Suéltate de la cuerda!
Pero lejos de hacer lo que Dios le decía, se abrazó más a su cuerda.
Al día siguiente un equipo de rescate encontró al alpinista, muerto, aferrado a una cuerda, a tan sólo dos metros del
suelo.
Un hombre con fé es como una casa construida sobre la roca; el hombre que no tiene fé, es como una casa construida sobre la
arena.


|
Volver |
|